Prólogo

Afinidades electivas o la elección de un espacio (prólogo del libro Cuentos del Arca. Época de otros diluvios)

Tal vez muchos de los que aparecemos en esta selección estábamos destinados a no conocernos nunca. Para empezar, pertenecemos a diferentes generaciones, tenemos oficios diversos y distintas prioridades en nuestros respectivos universos personales. Pero compartimos la obsesión por la escritura, y eso lo cambia todo.

Comenzó en el año 2013, a raíz de los encuentros propiciados por Luis (Wicho) Delfín, conocido promotor cultural holguinero, en un aula oscura y sofocante del Centro de Superación, donde yo impartía un curso de verano sobre técnicas narrativas. A pesar del calor, las lluvias de junio y el hambre crónica de las seis de la tarde, cuando terminaba mi clase todos queríamos que se prolongara por un rato más.

Y Moisés Pérez, feliz propietario de un lugar sin niños ni ancianos, propuso que continuáramos “tallereando” en su casa, sin límites de horario y con algo de confort. Allí, a la calle Cuba No. 310 (altos), acudíamos desde los cuatro puntos cardinales de la ciudad, para leer nuestros cuentos, o fragmentos de novela, y esperábamos con impaciencia el debate que dejaría más limpios nuestros textos.

Pero la génesis del Arca también se remonta a otros tiempos. A aquella época en que Maribel Feliú, Ghabriel Pérez y yo nos hicimos hermanos en la literatura y en la vida, cuando pasamos juntos el taller del Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso”, en La Habana El deseo de devolver de alguna manera el entrañable regalo que nos hicieron Eduardo Heras León e Ivonne Galeano, al entregarnos las herramientas del oficio de la escritura, nos impulsaba a compartirlas con cuanto escritor en ciernes conocíamos, fuera joven o viejo, estudiante, obrero o ama de casa.

Así fue formándose esta extraña cofradía. A veces asistíamos pocos, porque aún no teníamos teléfono y era difícil avisar que la casa de Moisés nos esperaba tal o más cual viernes. Pero hubo tardes en que no cabíamos en el comedor, y entonces ocupábamos el balcón que da sobre la calle, y no nos importaba el ruido del tránsito, porque estábamos en nuestra propia isla de libros, risas y chismes de la farándula literaria. Un día decidimos que el taller debía llevar un nombre. Y terminó llamándose El Arca de Moisés, por aquello de que los nombres bíblicos atraen a las empresas arriesgadas, y también porque, en medio del diluvio de banalidades colectivas, la casa de Moisés, su arca, nos salvaba de la intemperie y las pedestres preocupaciones. El anfitrión no solo nos sorprendía con sus cuentos vertiginosos e insólitos; a la vez se preocupaba de poner a nuestra disposición cuanta cosa sabrosa pudiera conseguir. Su hermana Niurka estaba siempre allí para apoyarlo. De pronto, en medio de la lectura, ella aparecía con el café humeante, una bandeja de saladitos o vasos llenos de refresco helado.

Hace tres años de esto, y Moisés, Ghabriel, Maribel y yo seguimos fieles a la literatura y a la dulce y difícil tarea de compartirla con los demás. El Arca está en su tercera temporada... Y se ha conservado como un proyecto limpio y enriquecedor, donde no solo se leen y debaten nuestros textos. También se habla de técnicas narrativas, de su manejo y de cómo descubrirlas cuando leemos a nuestros autores favoritos.
La caja china, los vasos comunicantes, el dato escondido y las mudas temporales se han vuelto términos comunes dentro del Arca. Afuera, tenemos que hablar de guaguas, colas y problemas familiares, pero allí podemos olvidarnos de todo durante algunas horas. También se debate la obra de autores inéditos en Cuba, como Michel Houellebecq, Chuck Palahniuk o Haruki Murakami, y aún recuerdo el día en que Jean-Jacques, el amigo francés, nos dio testimonio vivo de las entrevistas de Houellebecq en la televisión francesa, y sus polémicas declaraciones.

El Arca ha sido también espacio de legitimación para muchos de nosotros. Allí vamos a dar cuenta del último relato inédito y a medir su efectividad para los futuros lectores. Pero además, se presentan libros. La novela de Maribel Feliú La extraña familia, (Neo Club Ediciones, 2015), tuvo allí su primer lanzamiento holguinero, a cargo de Ghabriel Pérez, que también presentó el libro de ensayo Sociología y Literatura: dos caminos para conocer la irreverencia, (Editorial Black Diamond, 2013) de Irela Casañas.

Algunos de los primeros asistentes al Arca tomaron otros caminos, se mudaron de la ciudad, o trabajan en otro sitio, y ya no tienen tiempo para una reunión informal de tarde en tarde. Pero hay otros que están desde el primer día, como Norbelis González, Enrique Betancourt y José Alberto Pérez. Hay quienes asistieron al principio, desaparecieron por un tiempo y reaparecieron después, como el poeta y novelista Eliécer Almaguer, cuyo discurso aporta a los más jóvenes la vehemencia y el ardor de sus atinados puntos de vista.

El Arca siempre tiene nuevos talleristas, y ellos, porque “los últimos serán los primeros”, se ganaron un espacio también en estas páginas. Los jóvenes Nolvis Rodríguez, Idania Salazar, Noemí Susel Uve Legón y Norge Luis Labrada exponen aquí sus maneras de narrar junto a Rocío Sánchez, una poeta y narradora que permanece inédita, porque hace años su devoción familiar la puso a escoger entre la casa y la vida literaria, y ahora se resarce de tantos textos escondidos.
Este libro se hizo necesario y aquí está. De su fuerza narrativa no me corresponde hacer ninguna acotación, porque no puedo ser juez y parte. Digamos que es solo una muestra de quehaceres individuales que escogieron reunirse en esta aventura del Arca de Moisés, y solo a sus lectores les corresponde evaluarlo.

Mariela Varona
Holguín, septiembre de 201

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