miércoles, 28 de diciembre de 2016

Cuento: Sin piedad

Lo estoy esperando; mientras me doy unos tragos para matar las penas. Dentro de poco entrará por la puerta del Bar con ella de manos. Ella, que si no llega a ser por la mierda que él me hizo, hoy hubiese sido mía. Como me gustaba esa mujer, aún me sigue gustando. ¿Por qué si hay tantas,él tuvo que fijarse en la que me interesaba? 
Yo creí que era mi amigo. Me apuñaló por la espalda, pero me las va a pagar. Apenas entre él va a saber quién soy yo. Cada vez que pienso en la vez que lo vi besándola en el portal de su casa me dan ganas de hacerlo polvo. Días después vino a disculparse, me dijo que desde hacía algún tiempo ella le gustaba, que no tenía la culpa de que lo aceptara a él y no a mí. Lo mandé pa´ en casa el coño de su madre y le prometí que me las iba a pagar. Se está demorando. Ya llevo casi una hora aquí. Él va a venir, yo lo sé. Este lugar es su preferido. Apenas entre lo saludaré hipócritamente desde la barra. Me preguntará qué yo hago aquí. Le responderé, en voz bien alta para llamar la atención de los presentes, que esperando por él hace una hora para ajustar cuentas por la basura que me hizo. Les contaré a todos la historia, aunque quede como un idiota, y le gritaré que es la porquería más grande de este mundo. Él se enfurecerá y se acercará para golpearme. Sacaré el cuchillo y le daré la primera puñalada por la barriga. Se encorvará y le daré la segunda, la tercera, la cuarta, la quinta por la espalda. Lo mataré como al peor de los enemigos, sin piedad.


Kelvin Rodríguez Martín

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